Un análisis publicado por The Lancet Global Health estima que más de 5.000 millones de personas en todo el mundo no ingieren cantidades suficientes de micronutrientes esenciales para la salud.
El estudio Estimación global de las deficiencias de micronutrientes en la dieta: un análisis de modelos es la primera estimación global sobre la ingesta de micronutrientes utilizando datos de consumo a nivel mundial. Los investigadores analizaron 15 micronutrientes esenciales a partir de datos recopilados de 185 países, evaluando el consumo en diferentes grupos de edad y sexo.
Y observaron que el 68% de la población mundial presenta carencias de yodo, mientras que otros nutrientes esenciales, como la vitamina E y el calcio, presentan porcentajes similares de deficiencia, afectando al 67 y 66% de la población, respectivamente.
El hierro, en tanto, un mineral esencial para la producción de hemoglobina y la prevención de la anemia, es otro micronutriente deficiente en la dieta de más de 4.000 millones de personas, es decir, el 65% de la población. Otros elementos importantes como la vitamina B2, el folato y la vitamina C también presentan tasas de deficiencia superiores al 50%.
Estos datos, que excluyen los aportes de alimentos fortificados y suplementos, destacan una problemática que se extiende más allá de las regiones económicamente desfavorecidas. Y resaltan que estas carencias pueden llevar a problemas de salud graves, como anemia, problemas de desarrollo cognitivo, debilidad en el sistema inmunológico y complicaciones en el embarazo.
Los micronutrientes son vitaminas y minerales que el cuerpo necesita en cantidades pequeñas, pero que son cruciales para el funcionamiento adecuado de procesos fisiológicos y metabólicos. Aunque se requieren en proporciones mínimas comparadas con los macronutrientes (proteínas, carbohidratos y grasas), su impacto en la salud es profundo.
Según la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867), integrante del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), profesora adjunta de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste y directora de Fundación CIEN, “hierro, zinc y magnesio son imprescindibles para la producción de energía y el metabolismo celular”.
Además, vitaminas como la C y la D, junto con el zinc, son fundamentales para fortalecer el sistema inmunológico, ayudando al cuerpo a combatir infecciones y enfermedades, precisó la experta consultada por este medio.
Para ella, la deficiencia de estos nutrientes esenciales es un problema grave en muchos países, incluido Argentina, donde sólo el 20% de la población consume las cinco porciones recomendadas de frutas y verduras al día, según la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2). “La deficiencia de micronutrientes puede llevar a problemas de salud como anemia, osteoporosis o trastornos en el desarrollo cognitivo”, advirtió Aguirre Ackermann, quien resaltó el impacto que esta “hambre oculta” tiene sobre la calidad de vida.
En Argentina, los estudios más recientes muestran que la ingesta de alimentos y micronutrientes en la población es insuficiente para cubrir los requerimientos nutricionales recomendados.
Aguirre Ackermann mencionó el Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (ELANS), que evaluó el consumo diario de diez grupos de alimentos en ocho países de Latinoamérica (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú y Venezuela) y cuyos resultados evidenciaron déficit en la ingesta de los grupos de alimentos que se asocian con menor riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles. Esto es:
Menos del 3,5% de la población evaluada tenía el consumo óptimo de verduras, cereales integrales, pescado, yogurt, frutos secos y semillas.
Sólo el 7,2% alcanzó la recomendación de consumo de frutas y verduras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 400 gramos por día.
En Argentina, además, se observó un alto consumo de bebidas azucaradas listas para tomar (jugos en polvo, gaseosas, aguas saborizadas).
Por otro lado, la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) realizada entre 2018 y 2019 evidenció que el consumo de calcio y vitamina D es particularmente bajo: menos del 50% de adolescentes y adultos mayores cumplen con las recomendaciones diarias de calcio.
“Los grupos de menores ingresos son los más afectados, pues suelen tener dietas menos variadas y con un mayor consumo de alimentos ultraprocesados -sostuvo la especialista-. Estos patrones alimenticios llevan a una mayor prevalencia de deficiencias de hierro, zinc y vitaminas del complejo B”.
En este punto, coexisten dos factores que complejizan más aún la situación: la deficiencia de micronutrientes está asociada con un alto consumo de alimentos procesados y bajos en nutrientes esenciales.
Consultada por este medio, la médica integrante de los grupos de trabajo de Obesidad y de Cirugía Bariátrica de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y directora de posgrados en la Universidad Favaloro Ana Cappelletti (MN 76523) sostuvo que “el ‘hambre oculta’ suele estar relacionada con una dieta alta en comida rápida y baja en alimentos frescos y nutritivos como frutas, verduras y granos integrales”.
En su mirada, el precio también es un factor determinante: frutas y verduras suelen ser más costosas que productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, una situación que afecta principalmente a sectores de bajos ingresos. “El precio de las frutas y verduras supera al de la comida chatarra, lo que dificulta su consumo en sectores de menores ingresos”, destacó.
Asimismo, las modas alimentarias y las dietas restrictivas también contribuyen a estas deficiencias. Aguirre Ackermann mencionó tendencias como la “carbofobia”, o el rechazo a los carbohidratos, y las dietas vegetarianas o veganas mal planificadas, que pueden llevar a carencias de vitaminas B12, hierro y zinc. Además, algunas personas eliminan el gluten sin una razón médica, lo cual puede reducir su ingesta de fibra, hierro y vitaminas del complejo B si no sustituyen adecuadamente los alimentos eliminados.
Con ella coincidió Cappelletti, para quien “la carencia de vitaminas y minerales está causada muchas veces por la cultura, los hábitos, el dietismo o las actuales modas alimentarias, que conllevan la demonización de ciertos grupos de alimentos, por ejemplo, los lácteos con la consecuente carencia de calcio”.
A nivel mundial, la inseguridad alimentaria sigue siendo un problema crítico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una persona enfrenta inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales.
Esta falta de acceso puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos o a la carencia de recursos para obtenerlos. En palabras de Cappelletti, “en una sociedad global, la producción de alimentos responde más a la oferta, el consumo y las ganancias que a las necesidades reales de las personas”. Esto llevó a un mercado en el que los alimentos ultraprocesados son más accesibles que las opciones nutritivas, especialmente para sectores de bajos ingresos.
Para reducir la incidencia del “hambre oculta” y sus efectos negativos en la salud, se necesitan estrategias de salud pública que promuevan el acceso a alimentos nutritivos y variados.
El estudio de The Lancet sugiere que los gobiernos implementen políticas de fortificación de alimentos, como la adición de yodo a la sal o la inclusión de vitamina D en productos lácteos.
En Argentina, la fortificación de alimentos fue una herramienta clave desde 1967, cuando se implementó la ley de yodación de la sal. Sin embargo, según explicó Cappelletti, “durante la pandemia de COVID-19, se observó una disminución en los niveles de yodo en la sal disponible, lo que llevó al gobierno a emitir una alerta por sus posibles efectos en la salud pública”.
“Es esencial implementar políticas de salud pública que incluyan la fortificación de alimentos y programas de suplementación”, destacó Aguirre Ackermann.
Además, en su mirada, la promoción de una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, granos integrales y proteínas magras, es fundamental para combatir la deficiencia de micronutrientes. “La clave para mejorar la ingesta de micronutrientes es promover una alimentación variada y equilibrada”, aseguró, al tiempo que recomendó incluir alimentos de todos los grupos, y evitar el consumo excesivo de productos procesados y bebidas azucaradas.
A modo de conclusión, las expertas coincidieron en que “la deficiencia de micronutrientes representa una amenaza silenciosa para la salud mundial y para la población argentina”. La falta de acceso a alimentos frescos y nutritivos, combinada con patrones de consumo de alimentos procesados y prácticas dietéticas inadecuadas, crea un entorno propicio para la malnutrición.
La implementación de políticas de salud pública que promuevan el acceso a alimentos fortificados y la educación nutricional puede ser una solución clave para cerrar esta brecha. Sin una intervención urgente, el “hambre oculta” seguirá afectando el bienestar, la productividad y el desarrollo de millones de personas alrededor del mundo. Infobae